Todos somos. No todos somos.

Todos somos. No todos somos.

Siéntase tranquilo, esto es sólamente fútbol. Tan importante para muchos de nosotros, tan intrascendente para otros. Pero no, no se sienta un traicionero si no apoya a Independiente, ni crea que es un acto de alto patriotismo el querer que ganen los Rayados.

Así que sí, vaya tranquilo por la vida puesto la camiseta que más le gusta, o sin camiseta alguna si el fútbol le vale un pepino, o póngase la negriazul de moda y luego: festeje, amárguese, ignore, llore de alegría o tristeza, que ninguna de esas reacciones le ha hecho más o menos ecuatoriano.

¡Ah! Y antes de seguir, hago una aclaración. Esto no lo pienso ahora con Independiente metido en la final de la Libertadores, el mismo punto lo defendía en el 2008-2009-2010 cuando Liga ganó las únicas 4 Copas Internacionales que tenemos en las vitrinas de nuestro país. Y pensaba igual cuando el Quito participó, o Barcelona, o Emelec, o cualquier otro y en cualquier instancia. Incluso pienso así cuando juega la Selección Nacional, que ni por llevar los colores del país obliga a nadie a respaldarla.

¿Por qué pienso así? Porque esto es fútbol. Nada más que fútbol. Aunque tampoco nada menos.

El fútbol tiene en la divergencia de la simpatía-antipatía, un ingrediente muy importante para generar las pasiones que se evidencian entre sus fanáticos. Y muchas de ellas nacen del amor a una camiseta o del odio (deportivamente hablando) a otra. Y esos cariños y desprecios son tan dispares, como hinchas puede haber y que muchas veces se hace más evidente entre compañeros de patio.

Por ejemplo, y hablando de otros países para no generar más polémica que la que de por sí podría levantar este editorial: muchos cariocas, (osea los de Río de Janeiro, porque no todos los brasileños son cariocas aunque así les digan algunos despistados colegas) en el 2008 habrán querido que Fluminense, un tradicional equipo de esa ciudad, gane la Libertadores de América cuando enfrentó a Liga Deportiva Universitaria. No importó que sean torcedores del Flamengo, Botafogo, Vasco Da Gama o cualquier otro. Pero también hubo de los otros, quienes hicieron lo imposible por apoyar al cuadro ecuatoriano. Algunos mandaron a confeccionar camisetas con los colores de ambos y sus dos escudos, fueron a gritar barras en portugués en los entrenamientos de la U y hubo quienes incluso llegaron al Maracaná para engrosar las filas de la hinchada alba.

Y en estos días, nada mejor que lo que pasó en Argentina con la presencia del mismo Independiente del Valle. Los hinchas de Boca gozaron con la eliminación de River, como los millonarios ahora festejan la derrota de los bosteros. Y seguro habrá argentinos que se sentirán apenados que un equipo de su país haya quedado fuera, aunque sean fanáticos de Racing, All Boys o Chaco For Ever.

Y la historia se repite en Italia, México, España, Inglaterra y en casi cualquier lugar donde se juegue con esta misma pelotita. Ecuador no tendría por qué ser la excepción, tierra con alto nivel de novelería en cuanto a fútbol se refiere y con alto nivel de destrucción o indiferencia hacia nuestros referentes si no están en la misma vereda que nosotros.

La Copa Libertadores no es de países, es de clubes. Siéntase en la libertad de apoyar a quien quiera, o de no apoyar a nadie si no quiere, o de ir en contra de alguien, que en el fútbol también es válido. Pero por favor, no olvide que respetar la postura del otro es aún más importante que la pasión que ahora siente.

Lo siento, no es más ecuatoriano hoy junto a Independiente, ni fue más ecuatoriano ayer con Liga o con Barcelona; ni es menos ecuatoriano si en una, otra o en todas las finales de Libertadores estuvo en contra del equipo compatriota.

Pague sus impuestos, respete las leyes, respete a sus conciudadanos, trabaje duro por este país y ahí demuestre el amor por su país. Lo otro es solamente fútbol donde ni todos somos, ni todo va por nosotros. O sí…

 

Foto: http://gazetapress.com/

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