Católica, Católica: Universidad.

Católica, Católica: Universidad.

El Club Deportivo Universidad Católica del Ecuador tiene un lugar de origen y una institución madre: la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.No es como otros clubes que tomaron nombres de instituciones o ciudades propias o ajenas aunque nadie les haya dado oficialmente esa representación. Tampoco es un club que pretendió realizar un homenaje a algún grande del mundo utilizando su escudo o sus colores. La Chatoleí no es producto del marketing deportivo Siglo XXI, que renueva un club viejo, chico e intrascendente para transformarlo en una gran plataforma de negocio alrededor del deporte.

La Universidad Católica nació en la Universidad Católica y de ahí su nombre, su escudo y sus colores. Sus impulsores no fueron grandes políticos deseosos de tener visibilidad en el deporte para luego lanzarse a la elección de un cargo público. Tampoco fueron empresarios exitosos que deseaban invertir ingentes cantidades de dinero en un club con el fin de obtener -más tarde o más temprano- réditos económicos iguales o mejores que en sus emprendimientos originales. Sus impulsores ni siquiera fueron hinchas fanáticos que querían días mejores para su club.

Los hombres que dieron vida al Club Deportivo Universidad Católica del Ecuador fueron estudiantes-deportistas que se vistieron con los colores de su querida institución educativa para defenderla con honor en un campeonato universitario que se jugó en Guayaquil en 1963, hace ya 53 años, sin saber que en su futuro inmediato serían los protagonistas del inicio de algo más grande. El nacimiento del más tarde llamado “Trencito Azul” fue una expresión espontánea de amor al deporte por un lado y de sentimiento de pertenencia a la PUCE, por otro.

Esos muchachos de entonces, hoy entrados en años y canas, triunfaron en la cancha y obligaron a varios directivos universitarios a pensar en la alternativa de mantener viva esa llama encendida por el deporte. Y así también lo entendió el Padre Luis Orellana, rector de la Universidad, que entregó el empuje necesario para que todo se acomode en la historia.

Varios entusiastas profesores y empleados de la Católica participaron activamente en dicho proceso: Carlos Egas, Hugo Albornoz, el Padre José Rivera, el Padre Liborio López, Gustavo Riofrío y entre otros varios otros nombres, mi abuelo: Octavio Murgueytio Duque, quien hasta los últimos días de su vida recordaba -lleno de orgullo- ser uno de los socios fundadores del Club Deportivo Universidad Católica del Ecuador.

Don Octavio, como le decían unos; el Tavito, como le decían otros, fue Jefe de Recaudaciones de la PUCE por más de 40 años y cuando el Club nació, se encargó de varios temas logísticos referente a los deportistas. Es por eso que se de primera mano, en esas charlas hermosas con él a la cabecera de la mesa de su comedor donde yo preguntaba y luego escuchaba admirado y embelesado, que los jugadores de la Chatoleí desayunaban y a veces almorzaban en el bar principal del campus; ahí, junto a los estudiantes, es decir sus compañeros, y a sus profesores y demás autoridades. Los jugadores extranjeros o de provincia que necesitaban un lugar para alojarse eran acomodados en los departamentos de la enorme casa donde hoy funciona el museo Jacinto Jijón y Caamaño, en plena esquina de la 12 de Octubre y Ladrón de Guevara, justo frente al redondel de “Las Focas”. Y claro, coordinando los horarios de clases y trabajo, los jugadores del equipo camarata entrenaban en la cancha de la Universidad que hasta ahora está ubicada tras la biblioteca.

A propósito, lo de equipo camarata, por si fuera poco, se lo plasmó como sobrenombre del equipo de fútbol por la cercanía de un cura italiano de apellido Camarata, que también era parte de la Universidad Católica, la PUCE.

Es tan propia la Universidad Católica de la Universidad Católica, que se dificulta escribir este texto sin caer en frases o párrafos que se lean redundantes, porque la Católica -como nos ha pasado a muchos primogénitos, bautizó a su hijo igual que ella.

En el pecho, desde hace 53, en la A, en la B, en Segunda Categoría, en torneos universitarios o en Copas Libertadores o Sudamericana, los jugadores de fútbol de la Universidad Católica llevan a la izquierda de sus pechos, justo encima de la piel y las costillas que protegen el corazón, una U celeste que tiene atravesada la palabra Católica. Ese escudo ha dado la vuelta al país y al continente. No por casualidad. No por admiración a un ajeno. No por homenaje al homónimo chileno. No por negocio. No por conveniencia.

Sí por propio sentido de ser y pertenecer, para recordarnos a todos cuál fue su cuna, dónde dieron sus primeros pasos, los principios que deben regirla, la responsabilidad de llevar un nombre tan grande y pesado; y a la vez, la satisfacción de haberlo honrado aquí y allá, compartiendo la gloria de la victoria y más aún, mostrando la dignidad que corresponde cuando se cae derrotado. Todo esto incluso cuando las puertas de su propia casa le fueron cerradas por varias décadas, cuando su institución madre la desconoció generando no solo un enorme dolor, sino además un extraño sentimiento de desarraigo.

En estos días, un primer rayo de luz se deja ver tras una larga y oscura madrugada donde asoló la separación de ambas Católicas, que son una misma. La Pontificia ha abierto las puertas para que el Club Deportivo se acerque, para identificarse mutuamente, para volver a encontrarse.

La iniciativa la han tomado los directivos camaratas, pero las autoridades universitarias esta vez no les cerraron las puertas en las narices. El equipo no quiere plata, solo quiere volver a su casa.

¡Qué lindo sería ver de nuevo al plantel profesional entrenar en la cancha de la 12 de Octubre!. ¡Qué genial sería tener a las autoridades de la Universidad compartiendo de los actos y homenajes en los que el Club participe!. ¡Qué maravilloso sería que varios jugadores de fútbol encuentren una alternativa de estudios en la Universidad, o igual de bueno y hasta mejor, que un estudiante de la Universidad sea fichado por el Club, volviendo un poco a los orígenes del lejano 1963!.

Y qué hermoso será ver este miércoles a estudiantes, profesores y trabajadores de la Universidad entrando gratuitamente al estadio Atahualpa para ver a la Chatoleí representando al Ecuador en Copa Sudamericana, usando el escudo que los identifica mutuamente, los colores que los abrigan a todos y gritando en favor del mismo nombre con el cual se identifican: Universidad Católica del Ecuador.

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