El mundo vivía una tormenta política en 1936. Adolf Hitler había ascendido al poder recientemente, la Alemania Nazi intentaba mostrar su supremacía en todos los aspectos y el deporte no era la excepción.
Tener unos Juegos Olímpicos en Alemania era la oportunidad de que el mundo viera en directo la supremacía de la raza aria y el llamado Tercer Reich. La persecución judía estaba en su máxima expresión, sin embargo, durante los Juegos disminuyó un poco.
En su discurso inaugural, el 1 de agosto de 1936, Hitler habló de inclusión, de espíritu olímpico, de pueblos hermanados por medio del deporte. Nada que ver con lo que sucedería tres años después, al estallar la Segunda Guerra Mundial.
Las organizaciones judías de todo el mundo presionaron para que estos Juegos fueran boicoteados, sin embargo, no lo hicieron, sobre todo por el hecho de que incluso el régimen le permitió participar al esgrimista Helene Mayer.
Mayer era alemán judío y ganó la medalla de plata, sin embargo, al terminar los Juegos, buscó refugio en Estados Unidos y evitó vivir en carne propia lo que sucedió después.
Alemania ganó los Juegos al conseguir 89 medallas, pero los reflectores se los llevó el atleta estadounidense afroamericano Jesse Owens, quien frente a Hitler y el ambiente de racismo, lograba cuatro medallas de oro en 100 y 200 metros planos, salto de longitud y relevos de 4x 100.
Mucho se ha dicho que Hitler se negó a saludar a Owens, pero el atleta, en sus memorias, afirma que tuvo un encuentro con el ‘Führer’ y que incluso lo felicitó por sus logros.
80 años de unos controvertidos Juegos Olímpicos, celebrados en un mundo con geografía distinta, pero donde el deporte, como siempre, fue el mejor de los pretextos para tener por lo menos, unos días de tregua.
Fuente: Fox Deportes
